ALBOROTADOS

No encontré otra forma para describir el estado en el que se encuentran los representantes de la derecha en estos tiempos. El debate, durante esta semana, sobre el actual proceso de paz en Colombia es un ejemplo de ello. No me pienso extender en demostrar por qué es importante para el país intentar la posibilidad de terminar el conflicto que ya lleva décadas y que nadie ha podido detener de ninguna manera, ni Uribe con su énfasis en lo militar (mientras, en secreto, buscaba adelantar un proceso de paz). Y no lo hago porque, al fin y al cabo, aunque molestas, las declaraciones de Uribe y de sus aliados, además de vacías, son solo golpes mediáticos (cuento con que la gente no va a elegir a un Francisco Santos o a un Oscar Iván Zuluaga: tuve la misma confianza en el electorado cuando Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro y me han decepcionado…pero, de pronto, donde no saben elegir es en Bogotá…esperemos a ver).

La que sí es preocupante es la actitud que han tenido los militares (yo sé que pueden ser algunos…solo algunos) frente al proceso, auspiciados por esos civiles de la derecha. Es preocupante porque, en Colombia, precisamente por la persistencia del conflicto, hemos olvidado lo que son las fuerzas militares: no son héroes ni seres superiores. Por el contrario, al permitirle a unos individuos detentar un monopolio (que no haya existido en Colombia eso es por la ineptitud de quienes han estado al frente del Estado) de la fuerza, deben estar limitados a estrictas regulaciones en su comportamiento y, además, deben mantenerse subordinados, siempre, al poder civil. La única razón por la que se les permite contar con este monopolio es para que nos protejan a los civiles en nuestros derechos y en nuestro territorio. No al revés: los civiles no estamos al servicio de los militares…

Pero en Colombia la relación sí se ha invertido. Y lo peor es que la excusa se basa en la existencia del conflicto. Es decir, en la inexistencia del monopolio de la fuerza. Para decirlo de manera diferente: las FFMM se han convertido en héroes a los que les tenemos que sentir no solo agradecimiento sino admiración y, si es posible, debemos ser sumisos ante sus designios (como la locura de mostrarles “nuestros papeles” cada vez que ellos así lo desean), ignorar las atrocidades que cometen (como las violaciones, asesinatos o desapariciones) y, como si fuera poco, no castigarlos (cada vez que sale una sentencia hay gritos de dolor por el maltrato, la supuesta injusticia y la baja en la moral sin tener en cuenta que las sentencias se convierten en vacaciones permanentes a costa de los que sí pagamos impuestos). Todo lo anterior porque esos mismos militares, sus comandantes (presidentes incluidos) y sus “estrategas” no han sido capaces de hacer bien su trabajo. Sé que no todos los militares caen en los problemas mencionados pero no podemos seguir ocultando esta realidad, así sea, como siempre nos dicen, un tema de unas pocas manzanas podridas. Pues bien, la percepción es que las manzanas han podrido una gran parte…

Así que, para el tema del proceso de paz, no tendríamos que contar con los temores, preocupaciones, críticas o visiones de los militares….pero, claro, como la cosa no es así en Colombia, los tenemos incluso en la mesa de negociación y, fuera de todo, los entrevistamos y volvemos a considerar un maltrato, una injusticia o un problema de baja de moral porque vamos a construir un país sin guerrilla (porque, y esa es otra discusión, no será un país en paz o sin violencia o un paraíso terrenal). En otras palabras: tenemos que mantener el conflicto armado por siempre para que algunos no pierdan su trabajo o para que los demás no se sientan ofendidos y maltratados. Eso sí, mantener un conflicto que le interese mucho a países como Estados Unidos para que nos sigan regalando recursos líquidos para esos mismos que hoy se sienten maltratados.

Y, a pesar de esto, algunos que se llaman a sí mismos liberales, como Plinio Apuleyo Mendoza y los demás uribistas (que no se autodeclaran liberales, menos mal) siguen empeñados en no ver esta realidad y en construir una sociedad que esté bajo las FFMM, algo que ninguna sociedad liberal puede hacer. Ante la actitud de estos liberales de mentiras (intelectuales, al fin y al cabo) me vienen a la cabeza las palabras de Friedrich A. Hayek en uno de sus libros sobre por qué un verdadero liberal (como él) nunca podría ser conservador (The Constitution of Liberty, 1960): un verdadero liberal nunca, nunca sacrifica la defensa de la libertad ante otros valores u objetivos ni en lo económico, ni en lo social. Pero, claro, esto es difícil para comunistas convertidos como Apuleyo Mendoza…

Como también lo es para la derecha, no solo en Colombia, sino en el resto del mundo, aceptar la existencia de otras formas de vida. Los debates sobre matrimonios entre parejas del mismo sexo no solo han generado respuestas exageradas de oposición en Colombia: también se han incrementado los ataques a homosexuales e, incluso, a bares donde se reúnen estas personas en Francia. Y es que Europa, como nos lo ha mostrado la historia, ha sido un escenario perfecto para la extrema derecha: hoy se está fortaleciendo (con su violencia y su odio) no solo en Francia, sino también en Grecia y en otros países del continente.  

Seguramente muchos me dirán que, al ser liberal, tengo que aceptar la existencia de las posiciones radicales, sean éstas de derecha o de izquierda. Si bien esto es cierto en principio, ese tipo de posiciones, desde un punto de vista liberal, se aceptan cuando existe posibilidad de debate y de intercambio de ideas…de lo contrario, cuando estas posiciones tienen como única arma argumentativa el uso de la violencia, es cuando el Estado liberal, a través de sus fuerza militares y policiales debe entrar a castigar la adopción de tales estrategias. Pero, mientras existan países como Colombia con unas fuerzas militares en depresión constante porque se intentan estrategias diferentes a las de matar gente pobre para inflar las cifras de guerrilleros dados de baja, los ciudadanos que no queremos utilizar la violencia estamos desprotegidos…en Colombia, en Francia o en cualquier parte del mundo.

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